domingo, 1 de junio de 2008

El declive del imperio americano

Existen muchas maneras de traspasar el lenguaje literario, sus recursos, al cinematográfico; no quiere decir esto que sea sencillo ni que el resultado satisfactorio esté garantizado. Primordial suele ser partir de una buena obra literaria; de gran ayuda que el adaptador sea hábil y domine el medio en el que incurre o, como mínimo, que se trate de un buen y abnegado artesano y no líe más de lo imprescindible el mejunje.
La adaptación perfecta es SHORT CUTS. Sí, claro, podríamos poner doscientos ejemplos y todos diferentes, pero voy a intentar explicarme y trataré, como en ocasiones anteriores,ser breve.
Lo primero es que Robert Altman es uno de esos casos excepcionales dentro de la industria yanqui en los que se puede (y debe) hablar de un autor de plenos poderes. La obra a adaptar no es única, sino que se trata de una serie de relatos de Raymond Carver, al que no dejaremos de recomendar desde aquí. Altman propone unir varios relatos y darle una estructura única, movible pero cohesionada. Hasta aquí, si fallase algun elemento de los anteriormente descritos, lo más lógico sería encontrarnos ante un pretencioso ejercicio supuestamente autoral que va a poner patas arriba la historia del cine. No, los ejemplos de MAGNOLIA (burda copia de la cinta de Altman, aunque con interesantes hallazgos interpretativos) o CRASH (la peor película que he visto en años) reafirman el hecho de que SHORT CUTS es una obra seminal y una enorme prueba de virtuosismo narrativo.
Sería interminable relatar el extensísimo reparto (excelentes, en todo caso, Tim Robbins y Tom Waits) y, además, creo que la idea de Altman consistía en esa coralidad bien entendida que, curiosamente, cuenta con un gran maestro en España, como es Berlanga. Pero esa es otra historia.
Aparte de lo fundamental e impactante que resulta su estructura, SHORT CUTS es también un acertadísimo retrato de las frustraciones, fobias y fracasos del americano medio, algo que siempre ha presidido el imaginario del director de Kansas y le ha conferido la etiqueta de autor incómodo de asimilar para una industria poco acostumbrada a la autocrítica.
Descubrí a Altman con este film y en plena adolescencia, con ansias de nuevas sensaciones y con a amplitud que da la inexperencia; quince años después, me parece más necesario que nunca el visionado de esta obra nada moralista en unas escuelas (las nuestras) que contribuyen demasiado a la idiotización de nuestro relevo generacional. Pero "aplíquese el cuento" debe ser una frase que desaparece instantáneamente cuando la cosa esa de la toma de poder.
Saludos cruzados.

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