jueves, 5 de junio de 2008

Matices

Antes de empezar a hablar sobre ALL ABOUT EVE, me encuentro en la obligación, una vez más, de mostrar mi rechazo, pero sobre todo mi incomprensión, hacia esa inexplicable tendencia ibérica que se llama doblaje. Intenten imaginar que se doblaran los discos. Absurdo ¿verdad? El problema es que incluso lo absurdo termina por aceptarse a fuerza de ser impuesto y nunca cuestionado.
ALL ABOUT EVE podría ser un buen ejemplo de esto. Esta obra maestra del maravilloso Joseph Leo Mankiewicz contiene algunos de los diálogos más lacerantes de la historia del cine, y la mayoría en boca de una Bette Davis inmensa que dota de sentido, con su acento nasal y sureño, a la superestrella que acepta su derrota, desciende a la tierra y adopta su condición humana antes de ser destrozada por la maquiavélica Eve, una más que correcta Anne Baxter.
Todo esto queda perfectamente reflejado en la primera secuencia, que supone un alarde de encuadres fijos y miradas que lo dicen todo. Con esa sutilidad que J.L. maneja tan bien, accedemos de sopetón (y esto es dificilísimo) al interior de los personajes que luego van a sustentar este drama de celos, envidias y engaños. Y todo narrado en tercera persona por el personaje más retorcido de todos, como no podía ser de otra manera, un crítico teatral, un magistral George Sanders que es todo cinismo y segundas intenciones. Ilustra esto a la perfección la memorable escena en la que mantiene un esclarecedor "diálogo" con la efímera Marilyn Monroe.
El verdadero latido de esta película intrincada y ambigua consiste, creo yo, en que los personajes ciertamente deambulan desnudos por un campo de minas; un mundo, el de la escena, donde se mantienen fidelidades desesperadas y se buscan iconos falsos para no caer en la locura o en la falta de identidad.
Al final Eve, acorralada, se ve obligada a confesar su verdadero yo, del que ha preferido desprenderse para alcanzar ese sueño que es dulce y amargo a la vez, que vampiriza y esclaviza a quien es incapaz de salir del escenario cuando la función ha acabado.
Desnudos saludos.

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¡Cuidao con mis primos!