domingo, 15 de junio de 2008

La senda del perdedor

Me siento como pez en el agua hablando de Bukowski, sobre cualquier maldita cosa que haya hecho el gran borracho; él me descubrió que otra literatura es posible y, pese a que inevitablemente el paso del tiempo deja al descubierto sus muchas fisuras y trampas, lo cierto es que nadie ha podido, hasta ahora, recoger el testigo que este maldito entre malditos dejó a su muerte, hace ya casi quince años. Obviemos sus similitudes con John Fante (su único ídolo) y tratemos de desentrañar algunas de las claves que hacen que el escritor de Los Angeles fascine y repela por igual, síntoma reservado únicamente a los grandes.
Es curioso que haya tenido que ser un noruego desconocido quien por fin haya dado con la tecla de adaptar a Hank, y es que con Bukowski se corre el riesgo permanente (le pasó a Barbet Schroeder) de ser absorbido por una personalidad tan arrolladora que ha llegado a eclipsar a sus propias obras. FACTOTUM elige ser lo más fiel al texto original, y le sale bien porque acierta con el tono desencantado y nihilista (en el borde del escándalo surrealista) que no atiende a razones ni motivos. FACTOTUM es la película que la obra de Bukowski necesitaba para hacer justicia de una vez a un crítico permanente de la hipocresía humana; sin embargo, no es precisamente su mejor obra, pero qué más da. Tenemos a un impresionante Matt Dillon que hace suyos los modelos inexpresivistas de Buster Keaton o Bill Murray y se limita (por fortuna) a estar en la porción adecuada de pantalla, puesto que Chinaski no puede (no debe) mostrarse como el típico protagonista al uso. Esa fue la gran traba con la que chocaron un Ben Gazzara demasiado consciente de su estatus de estrella y un Mickey Rourke al que alguien le dijo una vez que era un buen actor, y se lo creyó...
FACTOTUM es la novela en la que Bukowski quiso destapar muchas de las miserias del mundo laboral, contando su peripecia personal y alcohólica, sus idas y venidas en todo tipo de trabajos de mala muerte para poder costearse las bebidas y su trasiego, a caballo entre lo tierno y lo tortuoso, con mujeres de todo tipo..., o de uno solo.
Escenas memorables, como la chica con los pies reventados que termina andando con los zapatos de Chinaski; o la terrible escena del pabellón de caridad, donde el propio Bukowski pasó gran parte de su vida; o el cuasisketch pseudohumorístico (humor negro, al fin y al cabo) que culmina con una absurda reunión a tres bandas entre Chinaski, su jefe (que no tardaría en despedirle) y el superior de turno al que siempre hay que chuparle el culo para quedar bien, el resultado, claro está, no puede ser más atípico.
Recomiendo el visionado de FACTOTUM a quien conozca la obra de Bukowski, porque no le decepcionará, tanto como al incauto neófito, que encontrará en esta película acidísima una más que digna introducción al universo incontrolado de un escritor que dio voz a los que nunca la tuvieron.
A vuestra salud, indéfilos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Le llamaban Chino Begoña, en la intimidad de la oscura noche. Habrá que ver esa película tito.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!