Imprescindible señalar que Thomas Pynchon es un autor muy complicado de trasladar a la pantalla. Para mí, imposible, aunque me parece elogiable recoger muchas de sus ideas, servirse de ellas para enriquecer el lenguaje cinematográfico, tan falto hoy día de saltos al vacío y riesgos naturales. Es lo que creo que ha hecho Paul Thomas Anderson en ONE BATTLE AFTER ANOTHER, que se parece a "Vineland" tan sólo en lo que al director y guionista le sirve para poner en marcha esta estupenda película, que puede tener (y tiene) muchos errores, pero de nuevo vuelve a indicar con generosidad el camino que debería tomar el cine comercial con inquietudes semánticas. Anderson nos embauca en un delirante viaje por una especie de "distopía realista", en la que grupos revolucionarios atracan bancos y realizan acciones armadas, sin que sepamos nada más allá de su sentido de la aventura o el rechazo al ultracapitalismo. Un consejo: si quieren disfrutarla, dejen de lado cualquier tentación de solemnidad, lo que aquí funciona como un tiro es la vis cómica de todos los personajes, las persecuciones (primorosamente rodadas) y esa sensación de no saber qué nueva sorpresa nos esperará a cada escena. Los actores están estupendos, la música de Jonny Greenwood cumple su función deslocalizadora y sus casi tres horas nunca se hacen largas. Ahora bien, si quieren descubrir un zarpazo mortal a las entrañas del sistema, lean la novela, aunque ya les aviso que no es una lectura fácil.
No es el Thomas Anderson que más me gusta, pero tampoco el que menos. Meritoria, como poco.
Saludos.

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