No he podido resistirme a poner aquí THE CHASE, por mucho que el papel de Robert Redford, aunque sea el desencadenante y disparador de la trama, en realidad es una especie de excusa casi fuera de campo, la que desata todas las bajas pasiones de una población sureña, expuestas con precisión quirúrgica por el excepcional guion de Lillian Hellman, me atrevo a decir que incluso superior a la novela de Horton Foote. Un film tan bien escrito y dirigido que prácticamente oyes la respiración del relato hacerse grande, toser, renquear, en un malestar que puede casi tocarse, reflejado en un reparto soberbio, que junto a Redford tenía nada menos que a Marlon Brando, Robert Duvall, Jane Fonda, Angie Dickinson, James Fox o la mítica Miriam Hopkins. Todo parece girar en torno a Bubber Reeves, que, sin que se nos cuente casi nada, encarna al joven que, asfixiado por una sociedad hipócrita, castrante y cerrada, termina por cometer errores que lo llevan a la cárcel, de la que escapa para huir de todo, pero que en un irónico giro es prácticamente devuelto a su lugar de origen. Este pueblo, aparentemente acogedor, esconde una intrahistoria nauseabunda, desde el explotador magnate petrolífero, dueño de casi todo, pasando por todo un corolario de pusilánimes y bravucones, perfectos exponentes de una sociedad sustentada en las apariencias e intereses creados al amparo de una violencia latente pero evidente. Es magistral la agilidad con la que Arthur Penn (y el gran trabajo de montaje de Gene Milford) nos lleva sin esfuerzo por ambientes irreconciliables, personajes que se odian a muerte y apenas pueden soportarse bajo el alcohol, que aquí corre generosamente, y que es ese otro fantasma, presente en el antológico desenlace, uno de los más brutales y pavorosos, por cuanto retrata fidedignamente muchos de nuestros ámbitos cotidianos, de un cine norteamericano que empezaba a olvidarse de los héroes y enfrentar una autocrítica no tan habitusl como podríamos esperar. Y claro, también estaba John Barry...
Obra maestra.
Saludos.

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