Desconozo los motivos por los que el escocés John Maclean ha demorado nada menos que diez años en filmar su segundo largo, TORNADO, después de que la crítica le augurara un futuro resplandeciente tras su estimable debut, SLOW WEST, en el que recuerdo percibir algunos de los problemas que en ésta aún son más acuciantes. Por ejemplo, ya tienes que arrastrar la narración para que le cueste arrancar casi una hora a un film clavado en los noventa minutos. Después, contienes toda la historia en un espacio único (los alrededores de un lago), pero los personajes aparecen y desaparecen como entes caprichosos, como si diesen constantemente vueltas en círculo. Tornado es una joven a la que vemos huir de unos rufianes (estamos en 1790), que le reclaman un botín de oro; no sabemos nada más, ni de dónde salió el tesoro, ni este grupo de imbéciles liderados por Tim Roth (lo mejor de la película), ni de dónde ha salido ella, que actúa junto a su padre en un espectáculo de marionetas japonesas... porque son japoneses... aunque estemos en Escocia. Economía de medios lo llamarán algunos, pero me quedo con cierta pereza cinemática. Así las cosas, hartos de ver a esta caterva dar vueltas de aquí para allá, Maclean nos descubre que en realidad estábamos ante una peli de samuráis, pero en escocia, y que se parece mucho a un Spaghetti Western, pero es el siglo XVIII... Y eso que hay una fotografía muy chula, pero no basta para sacar de una mediocridad que la sepultará inmediatamente en el olvido a una película que mucha gente fue a ver a Sitges porque su realizador había tardado una puñetera década en hacerla. No lo entiendo, la verdad.
Saludos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario