Acercarse a Junji Ito por primera vez se explica con el estupor. Hacerlo con una cierta perspectiva despierta un vértigo sacrílego, cercano a un anguloso masoquismo, esquinado y malsano, pero del que uno no puede apartar la mirada. UZUMAKI es su obra maestra, y al fin ha tenido una adaptación digna fuera del manga, esta vez en un anime que capta la intención del original, al tiempo que le adhiere una dimensión aspectual novedosa y continuista. Hay quien se empeña en comparar a Ito con Lovecraft, y se puede caer en ese error con facilidad; el horror del autor japonés huye del mundo de dioses antiguos y entidades cósmicas del de Providence, para abrazar el absurdo del hijo ilegítimo que podrían haber parido Kafka, Borges y un guionista de Barrio Sésamo con esquizofrenia ¿Cuántas interpretaciones aceptan las espirales que van adueñándose de Kurôzu-cho, el pueblo costero que parece consumirse a sí mismo a través una actitud general entre apática, agresiva y de viscosa sensualidad? Las espirales como pérdida de la humanidad, más que como amenaza; porque más que atacar, se invita al abandono, a desaparecer sin dejar rastro. La espiral como metáfora de la sociedad abandonando la virtud como posibilidad, y que geométricamente representa al horror del vórtex, que todo lo engulle y nada pregunta. El desvanecimiento implacable de la razón, que es, según Junji Ito, el sitio al que todos vamos cayendo sin darnos cuenta.
Repulsiva, magnética y desoladora. Está en MAX, son sólo cuatro episodios y les conviene tener una ducha cerca...
Saludos.
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