En una sociedad normalmente estructurada, diríamos que los documentales representarían la forma más avanzada de acercar el audiovisual a las texturas de la realidad. Esto no solamente es una pequeña e inofensiva falacia, sino que además ha ayudado a la proliferación de multitud de subformatos, programas de tercera categoría que los incautos hacen pasar por documentales de calidad probada. Ahí nos topamos con los true crimes, que conforma gran parte del sustrato de las parrillas de cualquier plataforma, con la exitosa fórmula de "sensacionalismo+casos reales=genteaburridapegadaalapantallaunviernescualquieraconunboldeheladoynulavidasocial". Así las cosas, no es éste un tipo de producto que asome mucho la nariz por aquí, aunque ha habido excepciones, como aquella impresionante THE JINX (abominen de la incomprensible T2), pero me temo que se trata de una aguja en un pajar. De todas formas, como soy humano también caigo preso de mis debilidades, y en algún momento algo me dijo que podría ser interesante bucear por el lodazal de Netflix, por lo que me topé con una cosa llamada LOVER, STALKER, KILLER. Y por no extenderme más de lo que ya lo he hecho, les diré que no te pueden hacer pasar por ingeniosa e intrigante una trama que ves venir desde los primeros minutos, incluso si hablamos de un caso real. Es horrible, cutre y bostezante, y sólo se lo recomendaría a quienes echen de menos el hogar conyugal tras haber mariposeado por ese otro mar de los sargazos que son las aplicaciones de citas.
Y sí, el título alude a una en concreto... no por nada...
Saludos.
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