jueves, 21 de noviembre de 2024

La ciencia del sueño


 

Podríamos definir a Anthony Scott Burns como un Cronenberg más asustadizo, un Winding Refn con menos fondo de armario, o un Craven no tan juguetón. Términos éstos que definen el corpus de la sorprendente COME TRUE, que dividió al jurado de Sitges'20, en posiblemente uno de los certámenes de menor calidad, y que coronó (no había otra) a Brandon, hijo de David. Canadiense también, Scott Burns logra sortear las trampas estéticas de su propuesta retro-synth-fluorescente, para agarrarse con convicción a su idea central, que sin ser tramposa, el hecho de no asomar hasta los últimos (y magníficos) quince minutos, es motivo de irritación comprensible. Lo divertido de este film que (aparentemente) indaga en los problemas de sueño de Sarah, es abrirse con un correcto relato generacional, con esta chica durmiendo fuera de casa y peleada con su madre. Inmediatamente, nos vamos hasta una institución que realiza investigaciones sobre el sueño, y Sarah ve la posibilidad de dormir en un sitio confortable y ganar algún dinero. El problema se inicia cuando descubrimos que esos experimentos llegan al límite de "corporeizar" como imágenes los sueños, y en el caso de Sarah llegan a un punto terrorífico. Y aquí hay que detenerse, omitir todo lo que viene después, hasta ese final que necesita ser interpretado, y que me pareció bastante más valiente de lo que estamos acostumbrados a ver en la turba sin final de pequeñas producciones. Desde luego fue de lo mejorcito de aquella mediocre edición pandémica, y nos hace albergar esperanzas sobre un cineasta al que le haría falta algo más de presupuesto, porque imaginación al menos no escatima.
Mezcla LA JETÉE con VIDEODROME y NEON DEMON, agítese a medianoche, y ya estaría...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!