viernes, 18 de mayo de 2012

Ozu en Viernes #6



Revisionar las últimas películas mudas de Yasujiro Ozu puede llegar a ser un ejercicio de fantasmagoría considerable; lo digo por la noción que siempre (inconscientemente) ha de guardar el espectador occidental sobre una época determinada y la relación que esta conlleva inevitablemente con su propia estética. Así, una película como UMARETE WA MITA KEREDO (HE NACIDO, PERO...), de 1932, el año en el que el sonoro derrotó por completo al cine silente, aun usando menos de los recursos habituales de este cine, queda finalmente como una serie de imágenes que vemos desde muy lejos, sin llegar a oír sonido alguno. Casi no hay rastro ya de ese sentido del ritmo un poco desquiciado y a ratos jocoso que mantenía al espectador atento a cadda detalle visual, sin importar la ausencia de diálogo hablado; y sin embargo, Ozu se muestra impertérrito ante lo que son sus grandes sostenes de rodaje. Aquí nos es contada una historia que puede remitir al primer Truffaut o al mejor Louis Malle, un relato en torno a una pareja de hermanos que sufre una serie de abusos por parte de algunos de los que serán sus nuevos compañeros de clase, puesto que acaban de mudarse a un barrio suburbial por motivos laborales paternos. Mucho más compleja de lo que época y precedentes de su director pudiera hacer pensar, HE NACIDO, PERO... es compartimentada en varios niveles narrativos con suave e imperceptible maestría, y de ese tempranero caso de bullying, que lleva a los asustados hermanos a no asistir a clase, pasamos a las vicisitudes laborales del padre, que asiste con desesperación al fracaso escolar de los hijos. Y de ahí, en un giro realmente original, el relato desemboca en una surrealista sesión de cine a la que dicha familia es invitada en casa del jefe del padre y donde los niños descubren con estupor cómo (el siempre brutal despertar a la vida) su padre ejerce como inusitado bufón para obtener beneplácitos en su trabajo. Y en esencia este film viene a contar eso, cómo hasta los esquemas más idoneizados pueden llegar a derrumbarse; o de la crueldad que conlleva el mero hecho de estar vivo y cómo hay que afrontar problemas cada día. Un cuento moral, sí, pero para nada moralista, y sí muy instructivo. Continuará.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!