miércoles, 30 de mayo de 2012

En ninguna parte




Vayamos hoy con una película ciertamente extraña, desde luego la más pintoresca en la amplia filmografía de Claude Chabrol. Y es que, ya desde su misma concepción, ALICE OU LA DERNIÈRE FUGUE resulta excéntrica, marcadamente melancólica y apoyada en un juego de alegorías y referencias que, de no ser por el buen tino narrativo de Chabrol, en otras manos habría sido un peñazo pomposo y redundante. Desconozco la razón por la que el director francés, tan celoso de sus libertades, eligió finalmente a una actriz tan discreta como Sylvia Kristel, porque, a excepción de un conveniente desnudo integral, poco hay aquí de sus calenturientas aventuras en la piel de Emmanuelle. Esta Alice (de apellido Carol, por lo que el círculo literario queda cerrado) abandona a su insoportable pareja en busca de una libertad que ella sabe que la espera ahí fuera; en su R12 (cómo me gustaban a mí esos coches) cruza una espesa tormenta por un camino secundario, hasta que su parabrisas queda inservible y ha de guarecerse en una mansión, donde la atienden un solícito señor mayor y su criado, que prepara unas omelettes de aúpa. A la mañana siguiente, la tormenta ha cesado y el desayuno está listo, pero no hay rastro de nadie en la casa; Alice se monta en el R12 (que ya está reparado y todo), pero comprueba con desesperación que no existe ninguna salida aparente, y que toda la finca está rodeada por un infranqueable muro. El posterior encuentro con un par de hombres, que sólo le dan esquivas respuestas a sus súplicas, terminan por inquietar a Alice, que no logra entender en qué extraño lugar se encuentra. El gran mal de esta película quizá sea su indecisión a la hora de tomar partido y lo mucho que Chabrol tarda en meterse en harina; antes, todo transcurre entre interminables paseos de la omnipresente (y unívoca) figura de la Kristel y diálogos pseudobesuguianos que, efectivamente, no llevan a ninguna parte. Una "Alice in wonderland" a la francesa y con guiños de retorcida misoginia, que acaba de la forma más convencional y que demostró dos cosas (aparte de su carácter anticomercial): que Chabrol siempre ha necesitado poner ambos pies en la tierra y que si en un momento dado usas a Lewis Carroll para tu particular disección de la burguesía y sus acomodos, es mejor seguir por ahí y no liarlo todo.
N.D.A.: No descarten que Lars von Trier compre los derechos del guion y haga un remake; le pega tanto, tanto...
Saludos en fuga.

2 comentarios:

David dijo...

Me tengo que poner con la filmografía de este hombre (algún día).
Sabía de esta peli... no por Chabrol


(pero no seas mal pensado; fue por un blog de cine; les encanta reseñar pelis raras; como a ti).
Un saludito.

dvd dijo...

Ésta no es rara, es improbable ¿o qué es, si no, adaptar libremente a Carroll con Emmanuelle de protagonista?...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!