Muchos apartes habría que hacer para no caer en la demagogia a la hora de hacer un juicio más o menos objetivo de Ken Loach. Demagogia, por otra parte, en la que el veterano cineasta británico sigue cayendo repetidamente en sus radiografías parciales de esa "otra" Gran Bretaña.
Pero Ken Loach, despojado de su militancia y vehemencia, que a veces le lleva a no tratar los temas con la justicia que él mismo propone, es, por encima de todo, un hábil e inteligente director de cine.
BLACK JACK es, digamos, su obra menos "loachiana". A caballo entre la epopeya costumbrista de Dickens y la fábula romántica de Thomas Hardy, esta rareza nos descubre una faceta casi enterrada de su autor y nos lleva por caminos que pertenecen por entero a la fantasía realista de OLIVER TWIST o TESS; mucho decir, quizá, pero en 1979 se llevó un premio significativo: el Fipresci en Cannes. Por lo que la crítica no dejó pasar en su tiempo esta delicatessen cruel, bella e irónica.
Se trata de la inocente historia de amor de un chaval espabilado y noble y una chica algo perturbadilla que se le escurre como una anguila. Y alrededor, gigantes y cabezudos. Una sopa deliciosa y de muchos condimentos que se desliza ágilmente por la pantalla y que siempre nos deja con ganas de más. Loach se olvida por un momento de embrollos políticos y genealogías traídas por los pelos y hace cine; y de entretenimiento; y de calidad; y asombra su capacidad (bueno, esto siempre lo ha tenido) para extraer hasta la última gota de veracidad de un actor.
La videoteca FNAC, junto con AVALON, que tanto y tan bien están haciendo por el séptimo arte, ha lanzado esta rara avis con atractivos extras. Una magnífica oportunidad de descubrir al cineasta que pudo ser, pero eligió su otro yo. Y bien que lo siento.
Saludos de época.
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