sábado, 27 de septiembre de 2008

Kitsch de serie "B"

Y tan de serie "B", que me ha costado la misma vida dar con una fotito. Es pequeña pero espero que ilustre bien la reseña.
Pongámonos minerales; me explico: intentemos despojarnos de la visión actual que tenemos del cine y vayamos directamente a cuando Griffith imaginó que TODO podía caber en una pantalla. Se necesitaba mucho metraje y mucha cabezonería; algo de genio tampoco venía mal.
Año 1990. Portugal. Manoel de Oliveira contaba por entonces, si no me equivoco, con 82 añitos. El maestro, como muchos sabréis, no sólo sigue vivo (ya es centenario) sino que continúa rodando y a un ritmo que ya le gustaría a "Orsoncito" Amenábar (que tome nota). "NON" OU A VÃ GLÓRIA DE MANDAR (traduzca, señor Gavín) es el particular "nacimiento de una nación" a la portuguesa. Bueno... es complejo todo este juego de semejanzas subjetivas, sobre todo porque, pecando de presuntuoso, me da que muy poquita gente que esto lea la habrá visto, pero se hará lo que se pueda.
Lo primero es que Oliveira, que lleva haciendo cine desde ¡1931!, es un narrador ultraclásico, por lo que sus aliteraciones cinéfilas componen indudablemente el genuino marchamo de ese intelectual sólo preocupado por que no haya equívocos ni desdoblamiento de intenciones. La película se inicia en medio del conflicto colonial luso en África, donde un grupo de soldados se encamina en un camión a alguna parte. Uno de ellos comienza a relatar, o explicar, no sé, dar sentido al porqué de los conflictos bélicos; y, claro, volviendo a lo anteriormente expuesto sobre Oliveira, el retroceso se torna imparable. De repente nos encontramos ora conquista de las Américas, ora batallas ibéricas entre el reino portugués y el español. Incluso licencias (y aquí excuso lo del kitsch) a lo Derek Jarman hasta exagerado, con angelitos y ninfas solazando al guerrero victorioso. Esta es la parte más prescindible de un film que se torna pretencioso y casi pedante a medida que el afán por explicarlo todo de Oliveira ya no deja margen para la labor cinematográfica y transforma el tapiz de imágenes en un extraño artefacto que deviene en mastodóntico novelón decimonónico multimedia ¿? ¿Aburrida?, probablemente ¿Significativa?, por supuesto; al menos hasta donde el cinéfilo ávido sea capaz de comprometerse consigo mismo y estruje sus sentidos sin rubor ni embarazo. La película está ahí, para quien quiera comprobarlo; yo me permito otra recomendación: revisitar a cuentagotas la extensa filmografía de un testamentario de otro tiempo, de otro cine.
Saludos vanos.

2 comentarios:

Eduardo dijo...

Pues es exactamente lo que dije de Oliveira en su momento en mi blog. Aburridísimo y a la vez esencial en la percepción de la historia del cine. Si bien su discurso me parece normalmente un lugar común del pensamiento popular lusoprovinciano llevado a la épica de la tela de proyección. Vosotros mismos.
"Non, o la vana gloria de mandar". Me lo pone Vd. fácil...

dvd dijo...

En realidad me refería al nipón, que creo debe manejar fetén a estas alturas. Oliveira es un crack, hombre. Yo lo firmaba ahora mismo...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!