Llevaba una eternidad queriendo traer aquí una de las películas más extrañas, desolocantes, burdas, libérrimas y cualquier otra hipérbole que se les ocurra; y tenía que ser, cómo no, un domingo, o no sería. Varias cosas, porque no había vuelto a ver 964 PINOCCHIO desde que, a mediados de los noventa, me topé con su hipnótica portada en un videoclub. No me enteré de nada entonces, aunque su trama es sencilla y más bien esquemática, como si la hubiese escrito un niño de diez años, de no ser porque su protagonista es un androide usado como esclavo sexual, que tras no lograr contentar a una clienta paticularmente morbosa, se dedica a vagar sin recuerdos, hasta que se topa con una chica que tampoco recuerda quién es. Con un estilo kamikaze, casi gonzo, Shozin Fukui (que apenas rodaría un par de films más, ésta es de 1991) se tira a la calle cámara al hombro, filmando en centros comerciales, supermercados, túneles del metro o en mitad de la rúa, donde los estrambóticos protagonistas siembran un desconcierto completamente real, en multitud de escenas que podrían ser más una performance callejera que otra cosa. Es una película jodida de ver, desquiciada y desquiciante, con una premisa que me parece interesantísima, pero que aguanta hasta la mitad, convirtiéndose después en una orgía de repeticiones que saturan al más pintado, y que va formando en tu cabeza la sensación de que podría haber sido un mediometraje mítico, pero al que ya la hora y media le queda demasiado larga. Yo, de todas formas, les invito a que aparten sus prejuicios y echen un vistazo a esta obra, que otra cosa no será, pero imprevisible lo es a raudales.
Fukui la hizo con la vuelta del ramen, y siempre he fantaseado con un remake a cargo de Takashi Miike...
Saludos.
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