jueves, 13 de marzo de 2025

Jazz perdedor


 

THE FRENCH CONNECTION es muchas cosas, muchísimas, y a medida que pasan los años es más cosas aún. No debería ser casual, un policíaco netamente americano pero con continuas miradas a la nouvelle vague, despreciando la ortodoxia desde movimientos rítmicamente calculados. Una historia que se desdobla, gracias al portentoso montaje de Gerald B. Greenberg, desde los bajos fondos neoyorquinos hasta los marselleses, pasando por los de su personaje principal, Popeye Doyle, donde la modernidad del film cobra sentido. Doyle encarna a un policía que roza la psicopatía obsesiva, lo que le granjea fama de intratable, y que sigue una pista como una intuición, sin sospechar que un modesto hilo lo va a llevar hasta uno de los grandes capos de la droga francesa, a punto de desembarcar con un gran cargamento de heroína. En ese trasiego, Friedkin agarra al espectador por las solapas a lomos de un inmenso Gene Hackman (ese año el oscar fue suyo), y el contrapunto de un inolvidable Fernando Rey. La cámara en mano, invasiva, con la banda sonora, excelsa y deshilachada de Don Ellis, todas las escenas prácticamente coreografiadas sobre la marcha en las calles de un Nueva York que huele a corrupción y decadencia. Y cómo no, esa persecución en coche, cátedra de montaje, estudiada en las escuelas de cine, sin olvidarnos de otra impresionante persecución, esta vez a pie. Sin este film, no existiría THE WIRE, por ejemplo; lo extraño es no haber seguido refinando las formas de este policíaco casi sin resquicios. El único que se me ocurre, y por el que no la considero una obra maestra absoluta, su dispersión de ritmo... pero quién soy yo para hablar de jazz...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!