jueves, 6 de marzo de 2025

El sueldo del valor


 

Triste y sonado ha sido el repentino fallecimiento de Gene Hackman, pese a que contaba ya con 95 años de edad. Se ha ido uno de los grandes, con muchas mayúsculas; un actor todo terreno, capaz de brillar en cualquier registro y dar cartas de solemnidad a producciones de todo tipo, incluso las menos memorables. Casi un centenar de trabajos le avalan, convirtiéndose en uno de los incontestables de Hollywood durante al menos 50 años de carrera. Y eso que Hackman tardó en darse a conocer, deambulando por teleseries y papeles casi testimoniales, no fue hasta finales de los sesenta que John Frankenheimer (quien ciertamente le dio algunos de sus mejores títulos) lo reclutó para una película hoy muy olvidada, pero que merece la pena rescatar para atestiguar le suma de talentos que se dio en una historia aparentemente poco ambiciosa, pero con un acabado realmente brillante. THE GYPSY MOTHS retrataba la azarosa vida de tres paracaidistas profesionales, que se ganan la vida en arriesgados y espectaculares números, viajando por pequeñas ciudades, hasta que llegan a una donde el mayor (un sobrio Burt Lancaster) parece haber dejado atrás un antiguo amor. Así, la peripecia de estos tres hombres transita desde las escenas de paracaidismo, magníficamente fotografiadas por el veterano Philip H. Lathrop, hasta un intimismo que se bifurca en tres direcciones. Lancaster reencontrándose con una insólita Deborah Kerr (increíbles sus escenas más tórridas); el joven Scott Wilson, reticente a enamorarse de una jovencísima Bonnie Bedelia (¿la recuerdan?); y un Gene Hackman que hubiese merecido mayor protagonismo, más preocupado de pasárselo bien con alguna chica local en noches interminables. Añádanle una solvente partitura a cargo de Elmer Bernstein, un final no apto para cardiacos, y tenemos, como decía, un film más que entretenido y mucho más serio de lo que su argumento viene a sugerir, temiéndome que el guion de Bill Hanley superaba la novela de James Drought, que apenas tuvo este discreto éxito. 
Avanzaremos, como no, en la filmografía de un actor eterno. No podíamos ser menos.
Saludos.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!