¿Cuántos guionistas hacen falta para un diálogo medianamente decente? Por lo visto, muchos para hilar tramas sobadísimas y lucirse con una colección de parlamentos tiernamente sincopados. A este mal endémico, propongo un curso continuado de cine clásico, por la cosa de que se entienda lo que se cuenta, como para no enrojecer con montajes que intentan camuflar lo que no es más que relleno para sesteos. Lo peor es que se justifican dos, tres, cuatro e incluso más guionistas, sin que yo sepa darle una explicación adecuada a tamaño objeto no identificado. Contada por encima, THE PHILADELPHIA STORY es una bobada para pijos y casamenteras; como mecanismo cinematográfico, es una obra maestra descomunal acerca de cómo se construye y ejecuta un guion. La pobre Tracy Lord, ya metida en la treintena, tras reponerse de su divorcio con C.K. Dexter Haven, un bon vivant misógino y alcohólico, anuncia que vuelve a casrse con el intachable y acaudalado George Kittredge, pero tan magno evento salta por los aires cuando hacen acto de presencia dos periodistas, en realidad introducidos a conciencia por el propio Haven por razones no del todo claras, pero que sirven para hilar un guion tan perfecto que se nutre del relato frívolo de la estomagante clase alta de Filadelfia para deshojar un retablo de caracteres, a cual más retorcido e interesado. No sería lo mismo con un trío protagonista literalmente irrepetible, pues no volvieron a coincidir Cary Grant, Katharine Hepburn y James Stewart (este último, ganador de la estatuilla), que están en estado de gracia bajo la batuta de un George Cukor sentando cátedra sobre cómo elevar la comedia sofisticada hasta sus cotas más altas.
No sé cuántos guionistas actuales harían falta para poner en pie una copia barata de este monumento del séptimo arte, pero no tienen más que echarle un vistazo para desengancharse de la homogeneidad impuesta por algoritmos fríamente calculados para que nuestros puntos de vista no tengan colisión posible con su contemporaneidad. Me basta ese argumento, pero hay muchos más en esta obra maestra absoluta e intemporal.
Saludos.
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