No logro imaginar una película como 48 HRS. hoy día, lo que nos sirve para trazar la deriva de la corrección política incluso para un film que no es más que un ejercicio de género, muy sólido y eficiente, pero sin tocar fibras sensibles. En su favor, Walter Hill aprovecha la química entre el consagrado Nick Nolte y un Eddie Murphy que empezaba a despuntar como actor, para revitalizar el subgénero de las buddy movies, en poco más de hora y media. De hecho, la premisa argumental es simple y absurda, tanto que nos tragamos que un convicto al que le quedan seis meses para salir de la cárcel va a arriesgar su vida colaborando con un policía bajo ultimátum, tras perder su arma en una operación tan chapucera que termina con otros dos agentes muertos. La conexión entre el personaje de Murphy, un ladrón insolente y pagado de sí mismo, y los dos fugados es cuanto menos cuestionable, aunque no menos que los chascarrillos racistas, machistas o directamente reaccionarios. Para redondear, el personaje de Nolte no para de fumar y beber de una petaca en horas de trabajo, aunque tiempo hubo en el que el cine negro se nutría de arquetipos aún más soeces. Dicho esto, parecería improbable defender este film en plena invasión "woke", sea eso lo que sea. En lugar de ello, les invito a que recuperen este thriller vibrante y noctámbulo, y que gocen otra vez con uno de los mejores ejemplos de contraste entre la comedia irreverente y el policíaco más eficaz.
Saludos.
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