No había pasado nada parecido, al menos desde que Orson Welles desafiara los límites de la ficción con su genial locución radiofónica, que aterrorizó a todo un país con la posibilidad de estar bajo una invasión alienígena. Byron Haskin elevó la serie B a sus cotas más altas con THE WAR OF THE WORLDS, y proponía el reto de mostrar una amenaza extraterrestre más audaz, en esplendoroso technicolor, también con un uso del sonido sin precedentes, y demostrando que menos es más. Parece increíble que esta cinta cuente ya con más de setenta años, con sus naves voladoras, marcianos acechantes y un ejército que se ve impotente para contrarrestar lo que simplemente desconoce. Despojada de toda su imaginería visual, no hay mucho más que interpretaciones estándar y un tufillo religioso que, en fin, es lo que había, pero que no empañan la labor de un director no tan reconocido como debiera, que empezó su andadura nada menos que en los años 20, y que legó uno de esos clásicos intemporales que son de obligada revisión de tanto en tanto. Una vez vista, se comprende mejor la devoción de Spielberg por, según él mismo, uno de los momentos cinematográficos que fueron decisivos para conformar su propia visión del cine. Palabras mayores.
Saludos.
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