Endre trabaja como director en un matadero; tiene un brazo inutilizado y vive solo. María llega como responsable de calidad, pero su carácter, rozando lo maquinal, provoca el rechazo, y también el temor, de los empleados. Un robo hace que el protocolo de seguridad de la empresa haga pasar a cada empleado por un test psicológico, en el que se incluye el relato de su último sueño. Endre y María sueñan lo mismo, y no un sueño cualquiera: sueñan que son una pareja de ciervos y pasan el tiempo en el bosque. La metáfora implícita en TESTRÖL ÉS LÉLEKRÖL (EN CUERPO Y ALMA) nos exige que encontremos las correspondencias entre dos desconocidos que se aman sin saberlo, y que tampoco saben cómo acercarse el uno al otro, excepto en sus sueños. Afortunadamente, la directora y guionista Enyedi Ildikó rechaza acomodarse en un romanticismo vacuo, transitando su relato desde un realismo social, el del matadero, hasta una hondura psicológica trazada con gran sensibilidad, deteniéndose en el hartazgo de mediana edad de él, pero sobre todo en la terrible soledad de ella, incapaz de construir una vida presente, porque su memoria prodigiosa la obliga a retornar a un pasado del que no sabe salir.
Es una película que pide paciencia, y durante muchos momentos de sus dos horas asoma una cursilería cultureta de la peor calaña. Nada de eso, porque este es un film extraordinario, que respeta tanto a sus protagonistas como a sus espectadores, y que tiene un final hermosísimo, brutal y tierno al mismo tiempo, que nos habla de lo separados que estamos de las personas que más nos quieren, y cómo una simple frase en el momento justo puede marcar nuestro destino sin que lo sepamos.
Un descubrimiento.
Saludos.
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