La gente echará la vista atrás y verá a un señor de más de ochenta años dirigiendo una superproducción. La gente tendrá una perspectiva de 25 años para decidir si era necesaria una continuación, si esta GLADIATOR II responde a un capricho industrial, una anomalía contractual o nos sirve para que dentro de otros 25 años constatemos el momento justo en el que el cine se convirtió en sólo audiovisual. La cosa es ¿es tan mala? No me lo parece, aunque la otra tampoco me parecía tan buena. Así las cosas, hay rinocerontes, monos raros, monos enanos, tiburones y una absoluta ausencia de prejuicios. Es una película de aventuras del montón, que se aprovecha del tirón de su predecesora, que la acribilla cuando se queda sin ideas, o que inaugura el peplum congelado, por sus postales de rostros y cuerpos pétreos, por su colección de miradas perdidas, emperadores pastilleros y, sobre todo, un protagonista que parece querer huir de ahí a toda prisa, pero también se queda frío. El único on fire, Denzel Washington recuperando a Alonzo Harris, como no podía ser de otra manera...
Si fuera leche, dolería tomarla.
Saludos.
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