jueves, 22 de octubre de 2009

Y las lágrimas no te dejarán ver

Si debo ser sincero, sé que si Neil Jordan no hubiese rodado THE COMPANY OF WOLVES, THE CRYING GAME sería mi película favorita; y si no hubiese rodado THE END OF THE AFFAIR, THE CRYING GAME sería mi película favorita. Si debo ser sincero, prefiero que sea así y poder disfrutar también de esas otras dos obras maestras; pero debo ser sincero: THE CRYING GAME sigue siendo el techo cinematográfico del director irlandés.
Resumir en unas pocas líneas el intrincado laberinto de esta compleja película es poco menos que un intento tan vano como pretencioso; buscando una frase adecuada se me ocurre que Jordan engaña continuamente al espectador para terminar revelándole una gran verdad, contrariamente a la falsedad cubierta de "verdades" del cine moderno.
En THE CRYING GAME, asistimos primero a una emotiva interpretación por parte de Stephen Rea, un terrorista del IRA, y Forest Whitaker, un soldado británico que es secuestrado por el antes mencionado. Como piedra de toque, esta declaración de intenciones puede dar con sus huesos del convencionalismo más manido, pero Jordan no permite (su pulso narrativo es envidiable) tregua al espectador ni a sus personajes; la aventura no ha hecho más que empezar y el laberinto comienza a bifurcarse cuando Whitaker, consciente de que su fin está próximo, le pide a Rea que visite a su novia, una peluquera y no la deje en la inopia. Esto ocurre, pero el terrorista queda prendado de Dil, que así se llama la chica, y es incapaz de sincerarse con ella. En este punto, lo lógico es que todas las buenas intenciones se despeñen por donde lo hacen todos los ridículos dramones en los que la redención es siempre el fin último. En lugar de eso, Jordan efectúa un triple salto mortal sin red y muestra a dos personas antagónicas que terminan por amarse en la traición, la soledad e incluso el desprecio; desprecio que golpea desde la pantalla en una de las secuencias más sorprendentes, francas y lacerantes que recuerdo en una pantalla, aquélla en la que Dil se muestra tal y como es ante el terrorista que va a abandonarlo todo por amor. Es cierto que el impacto de entonces pudo ser mayor al verla con 18 años, pero las revisiones posteriores no han hecho más que enriquecer a una gran película, una película cruda y valiente que no tiene miedo a enseñar lo que casi nadie quiere ver, sin que ello la haga caer en un innecesario amarillismo.
Rescátenla si pueden, merece la pena.
Saludos lacrimosos.

2 comentarios:

Groupiedej dijo...

Parece que a Jordan (y a esta película) le tenemos mucha gente especial cariño.
Lo mismo estas pequeñas aportaciones sirven para que se lo empiece a considerar el grandísimo cineasta que es, más que el "artesano" con lo que lo venden los que promocionan sus films.
Maravillosa.

Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Colombia!

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!