Es posible que definitivamente me haya ganado la partida la programación infantil, pero no he hallado un mejor y más acertado título para hablar de una película tan inclasificable como CITIZEN KANE.
Orson Welles la hizo y luego demostró que podría filmar lo que se le antojase porque su talento no era de este barrio. Pero no sé si se ha hecho justicia a lo largo de estos sesenta y ocho años al cogollo de una obra tan grande, tan poliédrica, tan universal. Porque CITIZEN KANE habla de miles de cosas en un lenguaje audaz y directo, el único idioma posible para Charles Foster Kane, pero hay una constante que sobrevuela su fascinante metraje: Kane es un megalómano que usa la megalomanía para no tener que desvelar que es un hombre terriblemente sensible, que cambiaría su reino por un trineo y que sólo teme una cosa: quedarse solo. La soledad en la cumbre, de la que bebió recientemente P.T. Anderson en su excelsa THERE WILL BE BLOOD y que disecciona hasta la atomización un carácter caprichoso, campechano y de una fisicidad que casi podríamos afirmar que molesta nuestros ojos, acostumbrados a mirar más al suelo que al cielo. Ahí es donde radica, según mi opinión, la grandeza de CITIZEN KANE y la de un debutante de veitiséis años que puso al mundo del cine totalmente bocabajo. Y la cosa es que encima los actores están estupendos, Welles realiza un trabajo de interpretación soberbio y la fluidez con la que pasamos, sin que nada se resienta, de un imprevisto flashback a un borroso acercamiento a una especie de "futuro pasado", conforman una pasta de calidad innegable que contienen grandes dosis de esa esencia de cine puro que tantos y tantos se afanan en encontrar. Welles lo tuvo siempre, siempre estuvo ahí y él lo utilizó según quiso, puede que en mayor medida en este debut que en otro trabajo suyo. Bendito 1941, que aun con el fragor de la segunda guerra mundial fue capaz de presentar una nómina de títulos simplemente irrepetible, porque ahí estaban, cuando las nominadas eran nada menos que diez, BLOSSOMS IN THE DUST, de Mervyn LeRoy; HOLD BACK THE DAWN, de Mitchell Leisen; LITTLE FOXES, de William Wyler; SARGEANT YORK, de Howard Hawks; SUSPICION, de Alfred Hitchcock; THE MALTESE FALCON, de John Huston o la que arrebató la estatuilla a Welles (y justamente, creo yo), nada menos que esa colosala obra maestra que fue, es y siempre será HOW GREEN WAS MY VALLEY, del maestro Ford. Ahí queda eso, ahora compárenlo con el año de TITANIC o CRASH... Sobran las palabras...
Saludos de un cinéfilo.
2 comentarios:
Colosal, impresionante, y tan compleja que asusta en los primeros visionados.
Quería decir algo acerca de esta película pero no acierto a combinar adecuadamente las palabras. Así te deja, casi en shock.
Opera prima señores, eso es empezar a lo grande y lo demás son tonterías...
Publicar un comentario