martes, 6 de octubre de 2009

Agitado, no mezclado

Una de las cosas que más me rechinan a la hora de hablar de cine es la tendencia de demasiada gente a mezclar ideología y calidad. Ya me he referido varias veces a la inutilidad de dicho argumento y a las sorpresas que uno se lleva tanto por una parte como por otra. Así, panfletos ultrasolidarios y conscientemente humanistas, no son más que menudos estudios de supuestos directores en los que la habilidad dramática se ve barrida por dicho asunto; mientras que hay obras de filiación poco menos que repugnante que son consideradas como obras maestras del séptimo arte. Y es que mezclarlo todo suele dar como resultado un impúdico cóctel cargado de dogmatismos y falsos axiomas.
Y un ejemplo claro de esto vendría a ser ON THE WATERFRONT, la cima de Elia Kazan, un tipo terriblemente contradictorio, tan sospechoso moralmente como digno de adoración en cuanto a su trabajo, donde ha sido uno de sus mejores representantes. Kazan denunció a no pocos compañeros de profesión durante aquellos biliosos momentos que se dieron a conocer como "caza de brujas" y que hicieron pasar a la posteridad a un bellaco tan minúsculo como el senador Joseph Raymond McCarthy. En un acto tan desesperado como difícil de entender, en busca de una redención que jamás llegaría, Elia Kazan filma a Marlon Brando, Lee J. Cobb y Karl Malden en un hermético canto al "método interpretativo". LA LEY DEL SILENCIO (me encanta esta traducción) es un indiscutible y poderoso drama con el trasfondo de los desmanes llevados a cabo por unos patrones erigidos en mafiosos que controlan las actividades en un muelle de carga y descarga. Un drama de corto recorrido que alcanza proporciones universales por varios motivos; primero por lo anteriormente referido, ya que no son pocas las referencias al escabroso asunto de la persecución comunista. Pero yo prefiero dejar todo eso aparte y hacer mención especial a la maestría de Kazan para colocar cada figura en su sitio exacto, sin que sobre ni falte nada; un ejercicio de estilo que no resulta teatral gracias a la vigorosa aportación de unos actores en plenas facultades. Brando haría aquí uno de sus papeles más memorables, el de un pelele demasiado orgulloso para ser víctima de una sumisión confortable, mientras los crímenes se siguen cometiendo impunemente. La escena final, con un Brando conmovedor y un Lee J. Cobb enorme, continúa, 55 años después, levantando al espectador de su asiento con un extraño sabor de revancha en el paladar. Un clásico pero de los buenos.
Saludos de uno que no se calla.

2 comentarios:

Crowley dijo...

A mi es que Elia Kazan nunca me ha terminado de convencer, hay algo en lo que hace que me deja frío y no me termina de gustar.
Saludos

atikus dijo...

Desde luego, procuro separar la ideología o las manías y forma de ser de los directores y actores con su actividad puramente profesional. No sólo los pensamientos o actitudes políticas me deberían afectar...por ejemplo la actitud de Hitchcock tan machista y perversa con las mujeres, o lo duro que era Ford con los directores, o lo maniatico de HH...pues si andamos así no vería una puñetera peli...jaja!!

La ley del silencio es una obra maestra,(Marlon b. está simplemente brutal) como esplendor en la hierba, y otra media docena de pelis suyas ;)


saludos

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!