viernes, 8 de noviembre de 2019

La vida en un cuarto de juguetes #4



Puede que no sea tan rompedora como la primera, tan perfeccionista como la segunda o tan emocionalmente bella como la tercera. Puede que TOY STORY 4 te deje la sensación de que quizá se la podían haber ahorrado, como si se tratara de un relleno evidente, destinado a volver a reinar en las taquillas de medio mundo y que la rueda de Pixar no se detenga. Puede ser, pero Andrew Stanton lo vuelve a hacer, y se nota muchísimo su asombrosa capacidad para meterse bajo tu piel como los grandes guionistas saben hacerlo: forjando la normalidad en lo inesperado. TOY STORY 4 tenía el difícil reto de hacer olvidar el final de esa obra maestra absoluta que fue la tercera parte, que aspiraba a ser un broche insuperable para una trilogía simplemente perfecta; en lugar de ello, la película se apoya en una estructura similar a la de sus antecesoras, pero introduce un elemento muy interesante. Los juguetes toman conciencia de su autonomía, toda vez que se saben definitivamente despojados de la atención de su antiguo dueño, ya convertido en un típico padre de familia. La hija pequeña de Andy, Bonnie, es la que los hace ver su nueva condición, en un inteligente deus ex machina en la saga más deus ex machina que existe. Bonnie no se pirra por esos muñecos ingeniosos, con sus colores brillantes y formas sugerentes; su juguete favorito no es más que un simple tenedor de plástico, tan sólo porque ha sido ella quien le ha otorgado la calidad de juguete a lo que en un principio no lo es. Forky, aludiendo al mito de Prometeo, no sabe que ahora es un juguete, y se tira de cabeza al cubo de basura del que vino... Aunque sólo sea por reflexiones tan agudas como ésta, efectivamente, TOY STORY 4 es una gran gran película. De nuevo...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!