miércoles, 20 de noviembre de 2019

Mayormente sabido



En LA ROUTE DE CORINTHE, a Chabrol se le va definitivamente de las manos el asunto de los espías trabucados, en un despropósito que juega a desligar otra vez sujeto de predicado, y otra vez se lr va de las manos, ya hasta lindes inasumibles. Y eso que empieza bien, con la surreal posibilidad de un espía mago, que se burla de sus captores con sus habilidades taumatúrgicas, hasta que les desvela su verdadero propósito mientras fenece bajo la axiomática píldora de cianuro. Luego tanto nos hubiera dado haber dejado a un Mariano Ozores en la dirección, mientras Jean Seberg se erige en objeto del deseo de aliados y enemigos, mientras inicia una cruzada contra los asesinos de su marido, a la sazón espía bueno, o eso dice. Ya sin gracia en el discurso, Chabrol desbarra en una autoparodia intolerable y en la que parece tocar fondo definitivamente, pues es a partir de aquí que se olvida del pop y vuelve a usar la vieja gramola, de sonido imperfecto pero implacable. No quedaba otra...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!