No he visto todavía un relato en cine plenamente satisfactorio sobre la pandemia, y mucho me temo que tampoco lo ha logrado un cineasta tan reputado como Cristi Puiu, que en MMXX resbala en todas y cada una de las contradicciones que, con firmeza y convicción, nos quiere administrar como certezas o descubrimientos indubitables. No le cae bien el formato episódico, que funciona en algunos tramos, pero parece una proeza de conversos imaginar conexiones que, yo al menos, no veo. Por separado, sin embargo, Puiu brilla en esos largos, exigentes parlamentos, radiografías certeras de un estado de las cosas que se revela cada vez más atroz, como cargas de profundidad ocultas en frases de terrible elocuencia. Como si de un paseo social se tratara, vemos el absurdo de unas terapias en las que el paciente sólo se escucha a sí mismo, para descubrir que la terapeuta en realidad es una mujer sumisa y arrastrada por masculinidades tóxicas, tanto como la indiferencia con la que su pareja escucha a un compañero de trabajo mientras le revela un importante secreto. Uno se pregunta si el director rumano no debería haberse centrado en el epílogo, un crudo y seco interrogatorio policial que, sin mostrar nada explícitamente, llega a poner los pelos de punta. Es, me lo parece a mí, un film irregular, encorsetado quizá por aquel momento de restricciones que pretende plasmar, y que termina dejando la sensación de que mucha información importante se extravía en frases interminables y respuestas vagas.
Buen trabajo, correcto, pero muy lejos de dos cimas como SIERANEVADA y LA MUERTE DEL Sr. LAZARESCU.
Saludos.
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