FLOW es la ganadora del oscar a mejor película de animación. Después de verla, podría haber ganado cualquier cosa. No nos vamos a encontrar muchas películas como FLOW actualmente, casi ninguna con su aliento poético, su desarmante extrañeza semántica, su intencionado asombro que conecta al espectador con un protagonista que se queda a vivir con él para siempre. Lo primero que llama la atención de FLOW es la falta de evidencias, lo que contribuye a la espectacular creación de un mundo que podría ser el nuestro, pero a lo mejor no lo es. Un mundo cubierto por el agua, sujeto a caprichosos flujos, que hacen subir o bajar la marea incluso cientos de metros, cubriendo ciudades, dejándolas al descubierto. Nuestro protagonista es un gato, y a través de sus curiosos ojos amarillos somos partícipes de un entorno incontrolable, aterrador y hermoso, donde los animales se encuentran, huyen o buscan sustento, y desconfían y se ayudan, y nos hablan de lo insignificantes que somos los humanos creyéndonos los amos de nosequé. FLOW es una absoluta maravilla, una película con la que disfruta un neófito o un experto, un anciano o un bebé. Es una sorpresa que no esperábamos, y que debería suponer un punto y aparte en una animación que, buscando el realismo, cada vez es más artificial.
He visto a Chaplin, he visto a Tarkovski, y a Tarr y a Miyazaki, y a un niño metiendo las manos en un bote de pintura, feliz...
Maravillosa.
Saludos.
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