Subyace un gran conflicto de fondo, al menos por lo que a mí respecta, en SU MAJESTAD, la miniserie en la que Borja Cobeaga y Diego San José pretenden satirizar a la familia real española, para acabar en un incomprensible blanqueamiento de la misma, autoimponiéndose unas líneas rojas que tampoco parecían tan inevitables. No sé si me creo demasiado a Anna Castillo como la princesa Pilar, que con casi treinta años vive en su mundo idílico de fiestas y lujos, mientras su padre, Alfonso XIV, se "marcha" al extranjero para desviar la atención sobre un escándalo financiero. Nos suena demasiado, y por ello su premisa parece un anzuelo teledirigido para espectadores de plataformas, acostumbrados a la escasez de matices y algún que otro toque de ingenio. Valga como ejemplo el personaje interpretado por Ernesto Alterio, una especie de "cuidador", encomendado a la difícil tarea de elevar la imagen de quien se ve obligada a asumir labores de jefe de estado. Intentar encontrar dignidad en una vorágine de lameculismos y puñaladas por la espalda no parece lo más adecuado para obtener un retrato ácido sobre una institución apolillada y anacrónica; en lugar de eso, y pese a algunos destellos de humor negro, el desenlace nos confirma lo ya sabido: ni con agua caliente.
Saludos.
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