El final de THE SUBSTANCE está conscientemente hipertrofiado, en todos los sentidos. No es sólo que su directora abrace el exceso como única forma de abrochar lo que no es más que una indisimulada patada en los huevos del star system, y sobre todo cómo se ha convertido en una máquina que ignora a las actrices como seres humanos, que como no puede ser de otra manera, cambian con el tiempo. Curiosamente, los mejores momentos de este body horror, con menos horror que patetismo, se encuentran a mi entender en el estilizado y enigmático arranque, donde una estupenda Demi Moore visibiliza, desde el humor paródico a la rabia generacional, todo un abanico de emociones, para que éstas cristalicen en la aparición de la prometedora Margaret Qualley, que es el complemento para este relato que aúna al mito de Frankenstein con Dorian Grey, a Fausto con La Cosa, y no siempre afortunadamente, pero sí con el suficiente arrojo como para tener en cuenta a una cineasta que logra contentar a aficionados de distinto pelaje. Otra cosa son los hachazos de brocha gorda a Kubrick o Polanski, que pueden resultar hasta simpáticos, aunque lo de rubricar a lo Brian Yuzna no lo vimos venir, claro. La impresión final es que esperaba que el film iría por otro camino, menos festivalero y más inquietante, pero no tengo ninguna duda de que éste era exactamente el acabado que Fargeat buscaba, lo que, ya digo, nos mantiene a la expectativa de que decida embarcarse en un guion ajeno y más complejo.
Saludos.
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