A menudo me veo obligado a advertir que esta sección dominical, tan cara a mi personalidad cinéfila, no tiene por qué estar compuesta únicamente por films de escasa calidad, y sí por rarezas inclasificables, trabajos que salen de la normalización imperante y reivindican libertades estimulantes, pero también incomprendidas. Contra todo pronóstico, afirmo que BLACK CHRISTMAS es una de las mejores películas de terror de todos los tiempos; y también una de las más imprevisibles, seguro que por lo influyente de un discurso que se desparrama a lo largo de 50 años de producciones que no han hecho más que beber de un trabajo que necesita ser reivindicado urgentemente. Y es que estamos en 1974, y Bob Clark venía de dirigir un film de terror con ramalazos de comedia y un insólito drama transgénero... ¿? Aunque fue con DEAD OF NIGHT, una historia de ¿vampirismo psicológico?, que apuntaba como un director más que interesante. Aún más extraño es ver la deriva de Clark en sus últimos veinte años de carrera, hasta su fallecimiento en 2007, alternando comedias basurescas protagonizadas por perros, bebés y otras cosas que es mejor no mencionar, pero que parecía inevitable tras lograr sus únicos éxitos comerciales con aquellas barrabasadas tituladas PORKY'S ¿Cómo surge entonces una joya como BLACK CHRISTMAS? Hablamos de un slasher antes del slasher, de un film rodado en Canadá pero que entiende a la perfección los códigos del giallo italiano; una película terrorífica sin mostrar sangre, ni muertes escabrosas o asesinos horripilantes. A Clark le basta con situarnos en una residencia para jovencitas en plenas navidades, donde se empiezan a recibir perturbadoras llamadas (créanme, muy perturbadoras) y desaparece una chica de manera extraña, lo que hace saltar las alarmas, aunque esto siempre ocurre en un crescendo muy bien hilado, que aúna coherencia en el relato y una extrañeza que se va apoderando de toda la narración, que se encamina hacia una pesadilla sin explicación lógica. Y me acordé inmediatamente de Ti West, que debe haberla visto y estudiado concienzudamente; aquí veo sus resortes, su querencia por lo anticlimático, las interpretaciones naturalistas o la importancia de que el sonido identifique un estado de ánimo que involucra al espectador. La sensación es la de cualquier slasher mediocre pero al revés, como si Clark, sin referentes claros, tuviese que crear un mosaico cuyas piezas luego hemos visto tantas veces.
En mi opinión, un hito del terror y cómo entenderlo, sin nada de "elevado", pero evitando lo chabacano y lo obvio. Para ver en bucle todos los años por estas fechas. Y entre otras cosas, también para dar el último adiós a la actriz Olivia Hussey.
Saludos.
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