Hay un dato insoslayable a la hora de enjuiciar (el término no es casual) JUROR #2, y es la edad con la que Clint Eastwood sigue desafiando toda lógica, al tiempo que quienes somos admiradores de su obra nos felicitamos de tenerle en plena forma, cuando hace mucho tiempo que su cine se tendría que haber agotado. Volviendo a la jerga jurídica, no seríamos justos si le exigieramos lo mismo que a cineastas con medio siglo menos, y que entregan productos desvaídos. Lo que sí creo necesario es dar cuenta de un film en principio apasionante, pero que se va quedando poco a poco en un telefilm estimable, rodado con intención, pero sin capacidad de esculpir sus imágenes con el arrebato que Eastwood ha imprimido en ese puñado de obras maestras que reconocemos al instante. No me molesta tanto lo directamente inverosímil de su premisa, en la que se riza el rizo de la casualidad, presentando como jurado popular en la causa de un hombre acusado de asesinar a su pareja nada menos que a quien realmente lo hizo, en un accidente cansinamente reconstruido y que también resulta inverosímil. Con ese salto mortal, el guion apenas nos deja centrarnos en los personajes, tan sólo para reparar también en que el elenco está un poco desaprovechado, y sólo me quedaría en el (este sí) interesante juego de verdades y mentiras, las que nos creemos y las que nos hacen creer, entre el abogado defensor y la fiscal, interpretados por Chris Messina y Toni Collette. No es, por tanto, el mejor film de tito Clint, ni falta que le hace; es, ni más ni menos, una película que nadie más joven haría ahora, al menos de esta manera. Yo me quedo con el mérito que ello conlleva y lo afortunados que somos de ser coetáneos de milagros como éste...
Saludos.
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