Con la tendencia, cateta por otra parte, a romantizar o idealizar culturas de las que sencillamente no tenemos ni pajolera idea, no éramos pocos los que recelábamos de la efervescente competencia de la cinematografía coreana, sin que hubiese paralelismos con, se me ocurren, la griega, rumana o argentina. O lo que es lo mismo: Hong Sang-soo parece el único tipo lúcido, y ahora es fácil subirse a ese carro, cuando la mala praxis política ha dejado al descubierto un sistema de producción (y no sólo en el cine) simplemente insostenible. No había milagro, y sí unos presupuestos inflados, incluso en el caso de cineastas cuya destreza no necesitaba hipertrofiarse. Año a año, he expuesto la desconfianza ante las películas coreanas que llegaban a Sitges; productos comerciales sin repercusión en salas, agasajadas por críticos del montón, para finalmente repartirse la tarta de las plataformas. Las buenas eran otras, y al festival llegaban de chiripa (malos hasta para equivocarse), y este año se hablaba mucho de I, THE EXECUTIONER, que les resumo en una frase cortita: JOHN WICK protagonizado por Leslie Nielsen... O si Hannibal Lecter hubiese puesto a prueba a la "loca academia de policía"... Muchas veces insisto en lo del traje del emperador y esas cosas, y al protagonista de esta película le basta con dejar de hacer el imbécil cinco minutos para descubrir a un malo muy escurridizo.
Magnífica si tienes once años y te dan igual las dimisiones políticas.
Saludos.
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