Sólo hay que estar atento a los detalles para explicar una película tan singular como JOKER: FOLIE À DEUX, más que nada para no caer en unos errores de bulto, que no sólo culminan en el malentendido, sino que no permite un desarrollo adecuado. Verla desde la perspectiva de un film de superhéroes es no haber entendido nada. Sin embargo, el musical, espléndido, funciona obviamente como catalizador de la pérdida de contacto con la realidad de Arthur Fleck, que viene a ser el pobre diablo que de repente ha obtenido la atención que cree merecer. El error de bulto, creo, proviene de la desgana con la que Phillips ha afrontado un reto, que según parece lo ha sido más por el empeño de la productora por exprimir lo que no es más que una vía muerta. Este film, cómo no, es una gran broma, una descomunal mise en abyme cuyos cañonazos formales descubren a un cineasta repleto de recursos, incluso cuando ya no queda nada que contar. Es más o menos a la mitad cuando es perentorio descubrir el clic de apagado, porque ahí termina la historia en sí, y con ella lo hace el artefacto que nos va despidiendo poco a poco, como unos títulos de crédito de más de una hora, lo que da una explicación del enfado de tantos espectadores decepcionados. Por último, y aunque no se sea muy avispado, no hay más que desenfocar la última escena (que no desvelaré) para entender lo que esconde este film desagradecido y a contracorriente, que es una comedia negrísima mucho más perturbada que su antiprotagonista, que obtiene de Joaquin Phoenix un corte de mangas al sistema de producción norteamericano, tan paleto como inoportunista.
Si durase una hora menos sería una obra maestra.
Saludos.
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