viernes, 15 de enero de 2016

German. Rodar pese a todo #1



Otro nombre importante que nos dejó recientemente (2013) fue el de Aleksey German, al que en algún momento, en un arrebato de lucidez mística, alguien, no sabemos quién, otorgará el lugar que se merece en la cinematografía soviética, rusa, europea y hasta mundial. German rodó poco, apenas seis largometrajes en casi cincuenta años de una carrera agitada, inconformista, contra todo y contra todos. Una carrera inclasificable, que se truncó al poco tiempo de lograr terminar su film más ambicioso y que le ocupó varias décadas de su vida; tan difícil de ubicar entre los directores de su generación como inapelable ha sido (reconocida unánimemente) su influencia en los cineastas más radicales e insobornables. German debutó en 1968 con SEDMOY SPUTNIK, con apenas treinta años y que necesitó el apoyo, sobre todo técnico, de Grigori Aronov. Y se nota desde el mismo inicio que estamos ante un cineasta diferente, nada relamido ni recargado, y sí un creador genuino, sin miedo a introducir cuanto "elemento extraño" le pueda ayudar a componer su certera prosa, que intuimos más cerca de un insólito surrealismo "protesta" que del panfleto del régimen en el que tuvo que hacerse, con no pocas dificultades. Este "séptimo satélite" lo es encarnado en la triste figura (y no es casual el cervantismo) de un General zarista que es hecho prisionero por las tropas revolucionarias en el San Petersburgo de 1918; su pasado como abogado militar y profesor de derecho le salva la vida y devuelve la libertad, ya que en un juicio defendió a un bolchevique. Sin embargo, el devenir del General se tornará una pesadilla kafkiana; sin un lugar a donde ir (su casa ha sido "okupada" por varias familias), con su familia y amigos muertos, regresa abatido al campo de prisioneros buscando cualquier ocupación, incluso como encargado de la lavandería, aunque el Ejército Rojo lo volverá a utilizar, enrolándolo en sus filas y prácticamente obligado a ir a uno de los frentes que aún quedan abiertos en una remota región. A esas alturas, la rocambolesca peripecia del antiguo General lo ha dejado irreconocible, prácticamente un fantasma sin identidad que asiste a la destrucción de toda su vida, y cuyo círculo se cierra de la forma más inimaginable posible.
48 años después, pocos debuts se recuerdan de una madurez y firmeza como éste. Intachable.
Saludos.

2 comentarios:

David dijo...

Pues parece interesante el tema. Acabo de leer "El fin del "Homo Sovieticus" y había justo una historia que era "algo similar" o me ha recordado a esta. Era la de un general que iba a dar el golpe de estado contra la perestroika. En las entrevistas sobre él lo que te decían es que era un tipo íntegro, que no abusaba de su cargo, que había sido un pobre campesino que llegó a ser general con la URSS y que ahora veía que se acababa todo aquello en lo que él había creído y defendido. En fin, que entendías un poco su punto de vista por la manera en que te lo explicaban (y eso que él no estaba contándolo en la entrevista que se suicidó). Entender no es justificar o aprobar, supongo que no hace falta añadirlo.

dvd dijo...

Bueno, se podría decir así. En realidad lo increíble de esta película es la sutilidad con la que zarandea a su protagonista hasta el punto de perder la identidad; todo queda reducido a un absurdo que se revela como cruel y despiadado.
Gran película.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!