martes, 26 de enero de 2016

Chantal Akerman, enemiga íntima #3



Cuando nos referimos a Chantal Akerman como "cineasta experimental", apenas rozamos su verdadera dimensión como artista "natural", alguien a quien poco le importan las convenciones de la empresa a ensayar, y sí que el resultado, además de satisfactorio, sea capaz de abrir puertas a las generaciones futuras, creando lazos invisibles y de hecho borrando los absurdos límites transgeneracionales. LA CHAMBRE, por ejemplo, un corto de apenas diez minutos, es un mortífero, aburridísimo plano secuencia en el que Akerman mueve la cámara 360º sobre su eje horizontal, filmando su habitación, mostrándonos la decoración (por cierto, de muy buen gusto) y apareciendo ella misma mientras se come una manzana con lasciva fruición. Ahora bien, hay que hacerlo; un aspirante a cineasta ha de crear al mismo tiempo que impone e indaga en las posibilidades estéticas y filosóficas que el medio filmado le ofrece. LA CHAMBRE es una joya de concisión e intención, casi un borrador a partir del cual se abren multitud de opciones con las que desestabilizar el cine inmovilista y conservador. Cine que nos llega del pasado para advertirnos sobre nuestro futuro inmediato.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!