sábado, 23 de enero de 2016

Extra(ños)diegéticos



Es posible que TWENTYNINE PALMS sea la peor película de Bruno Dumont, y la principal razón es que, curiosamente, cuesta rastrear ese cúmulo de lugares comunes que nos ha hecho su cine tan reconocible. Y es curioso, porque el efecto es el contrario al esperado: el traslado de la fría y desapacible Normandía hasta la desértica localidad californiana que da título al film, de indicar algo es que Dumont hostiliza su prosa y sus personajes si su entorno se calma. Y eso que esta autista remembranza de un "algo que se perdió por el camino" no puede ser más inhumana. Los dos personajes (prácticamente los únicos) conducen un gigantesco Hummer por polvorientos caminos, pasean desnudos por las rocas; llegan a un bungalow alquilado, se meten en la piscina; comen pizzas, helados, nadie por las calles. Suponemos que él es fotógrafo y americano, ella es europea y parece modelo, quizá van a hacer una sesión de fotos, quizá no. Tienen sexo, desconectan, se dicen cosas intrascendentes, se pelean, se insultan. Son como dos extraños que se conocen de algo, y sus conversaciones, repletas de monosílabos y onomatopeyas, suenan como música extradiegética que no pega. Resumiendo, es demasiado larga, demasiado seca, demasiado inconexa, y no hay muchas más pistas hasta llegar a su desagradable desenlace, por lo que todos celebramos, creo yo, que esta aventura norteamericana sólo quedase como una chuchería hecha a medida del ego de su creador.
Aunque merece la pena ver a la bellísima Yekaterina Golubeva poco antes de su triste y extraña desaparición. Poco más.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!