lunes, 11 de junio de 2012

Tiempo suspendido



A mí me parece muy complicado hacer películas sobre baile, sobre bailarines, gente que baila al fin y al cabo; me parece difícil porque existe (o existió) el musical, donde el baile no es el tema sino la excusa sobre la que gira la infalibilidad de un mundo fantástico que no existe, una "imitación a la vida" que pretende mejorarla y hasta sublimarla, rozando en ocasiones el onirismo. Otra cosa son las entrañas del mundo del baile, que lo intentó, sobre todo, Bob Fosse, aunque el genial coreógrafo y director nunca se despegó realmente del alma más ortodoxa del musical. En ese sentido, una de las películas más inteligentes que he visto sobre la pasión misma de bailar, pero más aún, de sus alrededores y circunloquios sentimentales, es ROSELAND, de James Ivory. Y ROSELAND es uno de esos extraños ejercicios de sensibilidad en los que nos parece habitar en mitad de un sueño fuera del tiempo común, el que impera en la sala de baile a la que acuden puntualmente una serie de personajes en búsqueda (a menudo desesperada) de otra vida y otro rol más allá de la cotidianidad. El relato de Ruth Prawer Jhabvala es desmenuzado por el bisturí de Ivory y descentralizado casi episódicamente, pasando de un personaje a otro (aunque casi todos estén relacionados de una u otra forma), desde una mujer madura (magnífica Teresa Wright) que es incapaz de despegarse del fantasma de su marido fallecido, al que cree encontrar en la pareja de baile más inesperada; o un jovencísimo Christopher Walken (que ha dejado muestras sobradas de su soltura bailando), que interpreta a un tipo encantador aunque sin oficio ni beneficio, y que pasa el tiempo en el Roseland "al cuidado" de sus amigas, mujeres mayores que le mantienen por apenas unos minutos de baile. Todo con un cuidadísimo trabajo de fotografía y una colección de temas clásicos bien seleccionados. Una película que pasa por ser uno de los títulos menos recordados del director estadounidense, pero que, 35 años después, mantiene vigente su deliberada intemporalidad. Muy recomendable para descubrir.
Saludos acompasados.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!