lunes, 18 de junio de 2012

Tener o no tener #1



WALL STREET, de Oliver Stone, puede que sea, en toda la historia del cine, la película que más vigencia haya cobrado veinticinco años después de su realización. Ojo, no estoy diciendo que no haya envejecido, porque sí ha envejecido, pero es de resaltar el tino que el realizador estadounidense tuvo a la hora de programar una especie de bomba de implosión lista para estallar en cualquier momento. WALL STREET es lo que es, y ustedes se la saben de memoria; el frenético disparadero de las finanzas y un minucioso retrato de  su centro neurálgico, los depredadores, el todo o nada, todo por el dinero, nada si no lo posees. Y moverlo para poseerlo, mover un dinero que en realidad no existe, que son sólo números en una pantalla mediante la que toda una economía ha de sostenerse. Pero nadie hablaba de especulación antes, aquello era sólo la cuna del capitalismo, pero definir capitalismo produce un terror primario, sobre todo a quienes vivimos inmersos en el mismo. Stone filmó los mejores diálogos de su accidentada carrera mientras un engominado Michael Douglas hacía chocar acero y cristal con una mirada glacial y una sonrisa inhumana; la postura de Gordon Gekko no es meramente la de un especulador, sino la de un carnívoro a punto de rematar a su víctima tras oler sangre. La frase es que el dinero es bueno, lo que desvía la atención sobre si la gente que maneja el dinero es buena o perversa; aquí es donde el film alcanza sus mejores cotas y se emborracha de un expresionismo abstracto de pantallas, cifras, tirantes, papeles arrugados... Stone nos inquiere con su habitual arrogancia: "¿A quién diablos le importan los políticos ahora? Aquí es donde se cuece lo importante; éstos son los nuevos hechiceros, capaces de vender la nada como el todo..." Efectivamente, en 1987 todo esto podía ser una especie de juego cruel, un poco al sonido de Mailer haciendo sonar los zapatos junto a Kissinger; por desgracia, un tipo tan sospechoso como Oliver Stone se puso el traje de futurólogo... y acertó... Lástima que después se lo creyese como un mantra... Pero ésa es otra historia que les contaremos mañana...
Saludos fluctuantes.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!