THUNDERBOLTS* funciona cuando se olvida de tener que estar constantemente dando explicaciones por todo, como la extraña película de orígenes que es, y se zambulle en unas escenas de acción bien coreografiadas, más orgánicas de lo que cabría esperar, merced a un grupo de personajes que si hacen gala de algo es de su imperfección como superhéroes. No todos los actores aquí tienen precisamente una vis cómica, por lo que David Harbour parece el único en mantener una personalidad cohesionada con el desenfado del guion, mientras que Florence Pugh hace lo que puede por no parecer avergonzada, Sebastian Stan se queda muy al fondo, Wyatt Russell aún más atrás y Hannah John-Kamen me cuentan que anduvo por allí, aunque el esfuerzo supremo es averiguar dónde aparece Olga Kurylenko. Curiosamente, hay un punto disruptor muy bien escrito en el personaje interpretado por Lewis Pullman (sí, podríamos acuñar el término "nepo-film"), un antihéroe complejo y estimulante, una especie de "todopoderoso", pero que alberga una mente cándida y torturada. Nada dura aquí, y es lógico, porque sus dos horas no son suficientes para narrar lo que en los comics necesitó de una serie propia, que es nada menos que la creación de los Nuevos Vengadores y el porqué de esta bizarra escisión. Lo cierto es, como decía al principio, que funciona para los que vienen de la grapa, mientras que el recién llegado apenas va a encontrarse con una cinta más o menos entretenida, algunos chistes resultones y una escena post-créditos que anuncia una continuación que quizá esté aún mejor.
Saludos.
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