Se me hace complicado imaginar un film como MISSING hoy día. El debut de Costa-Gavras en Hollywood sonó como un mazazo, seco e inesperado, en las mismas entrañas de una industria sumida en los dulces laureles de la recién inaugurada "era de la evasión" de la administración Reagan. El director francés aprovechó con creces la posibilidad de explotar los recursos de una major, para crear una obra única del cine de denuncia, que señalaba con el dedo a una dictadura, la de Pinochet, pero cuyo discurso podría ampliarse a cualquier régimen de terror. El extraordinario guion (ganador del oscar), adaptaba la novela de Thomas Hauser, y su deliberada estructura nos sume en el mismo infierno (los nueve círculos se quedan cortos) que sus protagonistas, unos desconsolados esposa y padre, que remueven cielo y tierra para buscar el marido e hijo, desaparecido justo cuando intentaba salir del país. MISSING se debe por entero a la portentosa interpretación de dos colosos, Jack Lemmon y Sissy Spacek, que forman un tándem deslumbrante, y la humanidad va aflorando entre ambos desde las reticencias iniciales, mientras la sombra de la tragedia cobra forma en un ambiente insoportable, mezcla de desidia y corrupción, en el que el padre, un empresario de ideas más bien conservadoras, abre los ojos de la forma más cruenta posible. Olvidada y apenas rescatada por algún cinéfilo nostálgico, se trata de una película "europea en el corazón alquilado de América", y cuyo discurso nunca elude las esquinas más inhóspitas del asunto que trata, y que culmina con un final desolador, pero del que germina un extraño brote de esperanza, a lo que contribuye también la partitura de Vangelis, en su punto más alto de creatividad.
Por todo ello y por la cátedra de Lemmon, se hace inestimable en días de desenganche de compromisos vitales.
Saludos.
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