lunes, 12 de mayo de 2025

Un homenaje a la irreverencia


 

Es desalentador entrar en una serie donde el contexto lo es todo, desde la justificación de su ritmo repetitivo, la tosquedad de su aspecto o la reiteración de los motivos más escabrosos, que pueden despistar a espectadores en busca de evasión pura, pero atraer a otros no tan familiarizados con los términos superheroicos. El caso es que INVINCIBLE es, ni más ni menos, eso. Una oportunidad de ver unos personajes que, más allá de sus poderes, están repletos de defectos, inseguridades que los exponen como fracasados, desertores o psicópatas. Literalmente, es la historia de Mark Grayson, hijo de una humana y un viltrumita, que hereda los poderes casi ilimitados de su padre e intenta sobrevivir en un mundo donde los superhéroes no son, ni mucho menos, los habituales seres de luz. Tienen los mismos problemas de índole económico, social o político, lo que les hace oscilar de la adoración al repudio más absoluto, una constante en la serie, que nunca significa quiénes son exactamente los buenos y los malos. Pero hay que destacar un par de cosas más, como la violencia extrema, impúdica, más emparentada con la crudeza del manga japonés que con la dulcificación norteamericana. Tanto como (y esto sí me parece crucial) la deliberada opción por un aspecto formal minimalista, más expresionista que ornamental, que celebro por esa insólita sensación de asistir realmente a un "cómic en movimiento", pero que necesita la colaboración intrínseca del espectador, que ha de comprender la decisión de unos diseños toscos y un acabado técnico emparentado con la animación de tiempos muy pretéritos. La sensación final es extraña, muy buena si se está dentro, pero que le hace bajar puntos si aparece el fantasma del relleno.
Merece la pena.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!