Te dicen que han adaptado un cómic ultraviolento y de estética hiperestilizada, en el que nada menos que Mads Mikkelsen da vida a un súper asesino, al que su jefe, un tipo sádico y repulsivo, le ha denegado su millonaria (y merecida) jubilación, y en lugar de respetar su retiro decide mandar a un grupo de élite para que le den caza. Sí, te lo dicen y te relames, porque nada malo podría salir de ahí, pero, contra todo pronóstico, resulta que POLAR es una de las peores cosas que he visto últimamente. Lo es porque está poniendo posturitas todo el tiempo frente al espejo, diciéndose lo "muy mona" que es, sin reparar en que mezclar a JOHN WICK con SIN CITY sólo funciona si tienes un talento visual irreprochable. Para nada. Sucesión de postales chillonas y sin gusto, de violencia indisimuladamente pornográfica y actuaciones que parecen de saldo, lo remata un guion absurdo y aburrido, que se alarga hasta unas dos horas insoportables, casi dañinas. Y aún más increíble, porque lo cierto es que Mikkelsen es capaz de componer un antihéroe bestial, cuyo feroz hieratismo le va como anillo al dedo, pero que parece como si Sienkiewicz hubiese sido trasplantado al universo Looney Tunes. Una cosa muy rara y muy mala, pero que habrá arrastrado a mucha gente al ver ese cartel en Netflix... ¿dónde si no?
Vayan directamente al papel, que está muy bien y es obra del español Víctor Santos.
Saludos.
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