El plano final de KRAVEN THE HUNTER me suscita un par de reflexiones, para nada sesudas, que ponen en cuestión el deplorable estado al que ha llegado el (odioso término) "cine superheroico". Los espectadores más avisados habrán entendio el guiño al CONAN de Milius, donde se produce una fascinante ruptura, la de la fuerza bruta sentándose a reflexionar sobre su nuevo estatus de regente que ha de tomar decisiones. En la línea de un Ben Wheatley o James Mangold, directores con mayor o menor carga autoral, pero que comparten un dominio del oficio notable, parece ser que la llamada de la comercialidad es tan fuerte como para diluir dicha identidad en un mar de imágenes y motivos confortablemente repetitivos. Curioso, cuanto menos, si atendemos a lo que significan dos films tan distintos, pero complementarios, como EL AÑO MÁS VIOLENTO y TRIPLE FRONTERA, de cuya unión podría haber salido esta KRAVEN. Una película que gana si se le extrae todo el rollo de los superpoderes, y se hubiese quedado en un thriller gangsteril con algún interés cinematográfico. El problema es que la historia central es estúpida, los personajes parecen estar en universos paralelos que no se tocan y se abren demasiados frentes, sin que ninguno cuaje aceptablemente. De hecho, Kraven no era un personaje tan sutil ni tan complejo, no tanto como para otorgarle un dilema moral que lo acerque (¿pero qué digo?) al guerrero cimmerio. Un tachón imperdonable en la carrera de un cineasta como J.C. Chandor, del que he destacado lo bien que plasma sus propios guiones. El último apunte, por tanto, es obvio: tres guionistas para escribir una gilipollez como ésta, pero curiosamente ahí se abstuvo Chandor de participar...
No la vean.
Saludos.
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