miércoles, 9 de marzo de 2016

Conexiones generacionales



Uno de los problemas más acuciantes que se le presenta a esta adormilada sociedad es la distancia, cada vez mayor, entre generaciones. Esto no sólo plantea un problema de comunicación y empatía. Es lo de menos. Lo peor será llegar a un olvido tan temido por unos como incomprensiblemente deseado por otros. Lo que Alberto Morais propone en LOS CHICOS DEL PUERTO, su tercer largometraje, es de una grandeza moral que por momentos, en este ridículo mundo de tecnócratas y primas de riesgo, roza la ingenuidad. Pero haríamos mal en soslayar una advertencia necesaria tan sólo por su apariencia formal, o: sembremos mientras queden semillas. A medio camino de Bresson (siempre Bresson...) y el primer (asómbrense) Manoel de Oliveira, Morais construye una extrañísima road movie de trasfondo contestatario pero apariencia apacible. Si hay un protagonista éste sería la mirada de Miguel, un chaval que se sorprende ante la demencia de su abuelo, o quizá ante su increíble lucidez cuando habla de un compañero de la guerra que acaba de morir, y al que debe devolverle su chaqueta militar como último gesto de camaradería. La película pierde gran parte de su interés en el trayecto de Miguel y sus dos amigos, pues Morais no explicita ni sugiere, y no se sabe si es más importante la misión y su descabellada responsabilidad o la aventura adolescente. Es una lástima que el conjunto quede finalmente tan tibio, porque se trata de una película que contiene un mensaje importantísimo, que alude a los compromisos entre generaciones y cómo, de perderlos, repetiríamos errores no deseados.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!