miércoles, 27 de octubre de 2010

La sombra del guerrero



Uno ve, treinta años después, la obra maestra absoluta que es KAGEMUSHA y se pregunta varias cosas que a mí me parecen fundamentales para poder rozar si quiera la rotunda y compleja obra de Kurosawa ¿Cómo puede mantener intacta su frescura, con un ritmo que no decae en casi tres horas de metraje? ¿Por qué es tan difícil encontrar hoy día una obra que despliegue sus argumentos con tanta claridad? Y ya que hablamos de artificios, o la ausencia de los mismos ¿No les parece Kurosawa uno de los directores que mejor ha sabido plasmar el subconsciente humano en imágenes, sin que tengamos jamás la noción de que "se le ha ido la olla"? KAGEMUSHA es, por contener todo esto, uno de sus mejores títulos; una epopeya de un curioso corte intimista, que elude el salto al vacío y sortea hábilmente el vértigo consecuente del mismo. Masato Ide, verdadero artífice del guión junto al propio Kurosawa, nos plantea un fascinante juego de espejos en el que el destino de un imperio recae sobre un insignificante ladronzuelo, elegido milagrosamente como el doble perfecto de un señor de la guerra caído en combate cuya muerte ha de ser ocultada al enemigo a toda costa. La transformación sufrida por este auténtico títere (memorable interpretación del gran Tatsuya Nakadai), el constante zarandeo al que se ve sometido, entre sus torpes apariciones públicas hasta el desprecio que sufre en privado, le ha de llevar hasta un fascinante tramo final donde sueño y realidad confluyen como si de una improbable fusión entre la psique del noble y la del plebeyo se tratara. Y es que KAGEMUSHA, vista con atención, es, entre otras muchas cosas, un lúcido ensayo sobre las diferencias (insalvables) en el Japón feudal, lo que aporta una visión novedosa y saludable, la del artista capaz de bruñir su obra valiéndose de una amalgama de contrastes difíciles de encontrar en otros títulos que, en su cortedad de miras, han de quedarse en el camino del simple relato bélico. Los destellos aquí provienen de otra parte, no de los escudos y armaduras, quizá de la comprensión y, por tanto, de la igualdad. Una obra imprescindible, en cualquier caso, tanto por su impresionante factura visual como por su elaboradísimo trabajo de guión.
Saludos suplantados.

3 comentarios:

Eduardo dijo...

Debilidaaaaad. Debilidad. Kagemusha no es una peli. Es un libro. Piensa en eso que te digo y dime si no tengo razón...

dvd dijo...

Toda la razón, señor Gavín.

Luis Cifer dijo...

Grande, muy grande kurosawa, sí señor.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!