domingo, 24 de octubre de 2010

Rincón del freak #1: Spaguetti bélico



A ver, que este weekend está siendo de lo más majareta, y como es sabida mi aversión a los domingos, pues inauguramos aquí la sección dominical por excelencia, que será al tiempo solaz y martirio del que siempre está empeñado en vendernos la burra, o sea: un freak convencido que es incapaz de disfrutar con algo normal. A ellos estará dedicado este asunto del domingo, primero porque creo saludable quitarle un poco de hierro a la cosa esta del cine, pero además porque me he dado cuenta de que he visto una barbaridad de basura inclasificable, a la que no me atrevo a calificar como "cine" sin cierto mosqueo o remordimiento; así que para dar salida a estos "engendros del demonio" nace este rinconcito no exento de caspa y atrezzo del bueno. Y además, como ya he dejado clara mi indiferencia a la última película del señor Tarantino, hoy, para inaugurar esto y casi como venganza personal, hablaré un poco de esa barbaridad perpetrada por un "inefable" de postín, como es el señor G. Castellari. QUEL MALEDETTO TRENO BLINDATO, de 1978, cuyo nombre de lanzamiento internacional (es un decir) fue INGLORIOUS BASTARDS, es una majadería en la que salen, en mitad de la segunda guerra mundial, un hippy con melena, un negro que se hace pasar por nazi y un montón de teutonas que disparan metralletas en pelotas. Efectivamente, todo cabe y todo vale en la calenturienta mente de un trasunto de director de cine que creo que va a aparecer bastantes domingos por aquí. En otra ocasión o momento, aprovecharía esto para despacharme a gusto contra el locuaz Quentin, pero es que es tan jodidamente mala que apenas puedo recordar el detalle de que necesité una semana, a unos quince minutos por día, para poder deglutir un DVD que a día de hoy tiene lo mismo de maldito que de blindado. Si no la han visto no pierdan el tiempo, aquí no hay ningún detalle extravagante que merezca la pena ser descubierto y sí una inexplicable voluntad por destrozar, a base de chistes malos y puñetazos a destiempo, lo que pudo haber sido un curioso ejercicio subversivo y terminó siendo una simple y llana gamberrada sin importancia... excepto para el que ustedes y yo sabemos, claro.
Saludos sin gloria.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!