viernes, 6 de agosto de 2010
Cada vez me explico más cosas
Sí, cada vez sé más cosas, lo que no significa necesariamente que sea más sabio; porque si lo fuera, si la experiencia fuera un grado y viese venir las cosas de lejos, no me tragaría a día de hoy basuras como la que fue la tercera película de Wes Craven, el verdadero padre de toda la mierda para adolescentes que copa cada año las carteleras.
La historia es la siguiente: Una tipa. Vive en una granja y su marido pertenece a una de esas comunidades de fanáticos religiosos que tanto, y tan inquietantemente, abundan en yanquilandia. El marido es abierto de miras y no quiere saber nada de esos rollos. Un día lo matan. La desolada esposa sospecha mucho mientras sorbe las gachas. Vienen dos amigas a hacerle compaña a la granja. Una es Sharon Stone en sus años mozos. Como la cosa está poco caldeada, a las recién llegadas no se les ocurre otra cosa que pasearse por ahí con mini pantaloncitos, además prescinden del sujetador. Los de la secta van todos vestidos igual, pero no son de piedra, claro. Y sale Michael Berryman haciendo de loco desgraciado, como siempre. Y Ernest Borgnine con una barba a lo Álvaro Pombo. Ahí ya perdí el hilo, porque no sabía si estaba viendo una peli de terror o un blandiporno entre vapores y carneros. Quise telefonear a Wes Craven, hacerle llegar mi opinión personal en forma de esputo. No, no se sabe qué ocurre, ni quién ha muerto, ni qué hacía esa señora en la tienda del pueblo, ni el niño en el prado, ni las vacas, ni el señor que pasaba por ahí y que también sale. DEADLY BLESSING se llama la cosa... ya te digo...
Si por uno de estos infortunios veraniegos la tienen a mano, ya saben lo que tienen que hacer: ¡Corran!
Ahí les dejo otro saludo.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Es que la filmografía de Wes Craven no es uniforme en calidad, a pesar de lo que su nombre representa para el género de terror.
Esta es terrible, deleznable...
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