martes, 31 de agosto de 2010

Almas cruzadas



THE POSTMAN ALWAYS RINGS TWICE adaptó la lúbrica novela de James Cain, que ya por aquel entonces encendía pasiones por sus momentos "subidos de tono" y puesta al día del género negro, sin bandas criminales ni atracadores de bancos, pero con la representación de unas almas negras de avaricia y rojas de lujuria, un cóctel difícilmente rechazable para la sociedad americana de posguerra. Si a esto le añadimos a Lana Turner...
Ésta es una sórdida historia de las que sólo pueden ocurrir en uno de esos no-lugares que el cine tanto y tan bien ha retratado desde siempre; la historia de un hombre que llega de ninguna parte, sin nada, a un sitio igual de impersonal, una gasolinera-drugstore regentada por un afable señor mayor, que asimismo está casado con una exhuberante chica que acudió a él para dejar atrás un pasado de prostitución y delincuencia. El dueño (Cecil Kellaway) acepta, en un rapto de bonhomía, contratar al desdichado desconocido (John Garfield), por lo que el desastre cobra vida en forma de los inefables cuernos y, ya sin freno posible, un terrible pacto que derivará en una tragedia casi de índole moral.
En su momento (tengamos en cuenta que nos encontramos en 1946), esta producción de la Metro supuso toda una conmoción por su atrevimiento formal y, sobre todo, por la confirmación de que Lana Turner era esa mujer a la que no debías acercarte si tenías en aprecio tu propia integridad (tanto la física como la moral). Están avisados.
Saludos sin remitente.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!