martes, 17 de agosto de 2010

Los imperios



Hoy quería lanzarme 18 años en el tiempo para hablar de una de esas contadas superproducciones europeas que, de alguna manera, han quedado enterradas en un semiolvido que alude directamente a la escasa repercusión de los grandes presupuestos de este lado del charco. Y eso que INDOCHINE jamás juega en las grandes ligas, al menos no hasta el punto de supeditar el trazo sensible e intimista a la gran superficie cromática, que la tiene, y excelente en cada uno de sus puntales, como son una fotografía soberbia a cargo de Françoise Catonné, unas localizaciones francamente espectaculares y un diseño de producción acorde con la magnitud del proyecto; amén de la música de Patrick Doyle, de buen contraste entre el In & Out permanente del film. Un film que, partiendo de los últimos días de lo que se conoció como "Indochina francesa", en plena década de los 30, da paso a la creación del titilante estado de Vietnam. Todo ello bajo la gélida y desencantada mirada de Catherine Deneuve en uno de sus mejores papeles, por su peso y por sus innumerables matices. Deneuve, que fue multipremiada aquel año, sostiene casi por sí sola lo mejor de la película, que es el derrumbamiento colonialista contrapunteado con las pequeñas miserias morales de quienes se resistían a abandonar las explotaciones que les habían servido como lucrativo sustento desde mediados del siglo XIX. Wargnier resiste encomiablemente los deseos asimismo de expansión de la película y logra salvarla del efectismo de sus bellísimas imágenes, logrando un acertado equilibrio que deviene sensatez narrativa. Sin embargo, el gran problema de INDOCHINE, el que no le ha permitido después de todos estos años erigirse como una referencia ineludible, es mucho más simple que toda esta parrafada del que escribe: INDOCHINE, salvando los fascinantes "momentos esfinge" de la Deneuve y el maravilloso instante en el que al fin se quiebra, es preocupantemente aburrida, y sus dos horas y media jamás se ven con dinamismo, sino que se convierten en no más que un digno documento sobre un momento de la historia que nunca ha sido tratado en su justa medida en el séptimo arte.
Saludos desde el arrozal marismeño.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!